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17 agosto 2010

Que se inventen miles

Los finales son procesos difíciles. Dice Cortázar que para escribir un buen un cuento tenemos que saber, antes de empezarlo, cómo termina. Lo mismo pasa cuando alguien sabe contar chistes, va poniendo todo tipo de condimentos en el medio porque tiene el dominio de la historia en sus manos, conoce el final. En cambio, en la realidad, qué difícil es saber cuándo algo se termina. Cuando parece acercarse el final de algo,  angustia esa incertidumbre de querer saber cómo va a terminar, qué va a pasar después, cómo vamos a seguir, o por el contrario pensamos en cómo hacer para que no termine, para que duela menos, o para que el final sea como nosotros queramos. La vida está llena de finales y de comienzos...(mierda, cómo duelen). Morimos y renacemos mil veces. Lloramos, porque cambiamos todo el tiempo, porque de eso se trata escribir esta historia que protagonizamos. Lloramos porque no empezamos el cuento sabiendo el final, y entonces vamos ensayando y  algunas veces le pifiamos, otras veces hacemos unos de mentirita, o finales abiertos porque en realidad no había dónde poner el punto, y otras veces empezamos historias en las que sabemos y deseamos  desde el comienzo, que el final sea comiendo perdices para siempre (con vos, claro).  Hoy Giulia y los Tellarini "Mil llorares".

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